«Más que un teatro, se trataba de recuperar una calle». Así definía Bohigas el espíritu de este proyecto, impulsado por FEM – Fundación El Molino -, una plataforma que unía entidades asociativas del barrio y particulares con el propósito de dinamizar el Paral.lel y el reivindicaba como el Broadway barcelonés. «Lo más interesante ha sido impulsar una transformación y ver cómo se ha puesto en marcha», explica. Porque, cuando recibieron el encargo, nadie esperaba que El Molino se encontrara en un estado «tan lamentable: no hubiera pasado ningún tipo de normativa».
De esta manera, la única alternativa era «una rehabilitación completa, pero recogiendo algunos aspectos del antiguo edificio, quizás no tanto cosas materiales como inmateriales, una especie de espíritu, de filosofía». El proyecto respetó la dimensión del escenario, la platea y los anfiteatros, y mantuvo la fachada original de Miralles, pero incorporó otras muchas novedades. El edificio se echó atrás, permitiendo una nueva terraza con vistas sobre el Paralelo y bajo las emblemáticas aspas. Última se colocó un nuevo volumen, de cinco plantas, que mitiga la dureza del prisma con una suave curva que quiere representar el movimiento de los vestidos de las vedettes, al tiempo que las luces leds, colocadas cada cinco centímetros, dan la sensación de ser lentejuelas.
«Es una especie de telón de fondo que, además, funciona como un elemento de comunicación con luces. Queríamos un mecanismo que hiciera transparente el edificio y anunciara las actividades que se hacían en el interior del teatro «. Este diálogo entre el music-hall y la ciudad de Barcelona es posible gracias a un potente proyecto lumínico, a pesar de los problemas que ello puede suponer «porque la normativa sobre luz es obsoleta, ya que todas las zonas se rigen por la misma ley, y eso no tiene sentido en un tramo donde hay siete teatros «, explica Bohigas.